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Mario

10 años en prisión de máxima seguridad por un crimen que no cometió. Detención arbitraria, traslados arbitrarios, tortura física y psicológica, juicios llenos de irregularidades. Coutas estadísticas que cumplir, años de castigo gratuito. A Mario lo privaron injustamente de inumerables oportunidades de vida, como estudiar, como ver crecer a su hija casi recién nacida al momento de su detención. Lo sometiron a aislamiento contínuo, a humillaciones, lo convirtieron en un número… Hoy, a dos años de abandonar el penal purgando una pena absurda que nunca pudieron argumentar con pruebas, Mario intenta llevar la vida y recuperar lo que dejó hace doce años, lo que queda… Muchos como él siguen adentro, y seguirán purgando penas injustas envueltas en un sin número de violaciones a los DDHH, en condiciones humillantes y violatorias a los reglamentos establecidos, convenios de DDHH firmados y ratificados por México una y otra vez. Tratados que quedan en el papel nada más. México debe mirar a sus cárceles y a su podrido sistema de justicia penal que sigue buscando respuestas en la estadística, y que sigue utilizando a los más desprotegidos para simular su deber ser, una verguenza que nos corroe y nos invita, a los que estamos preocupados por tener un país más justo a pelear para cambiar de forma tajante esta terrible realidad.

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